A principios de diciembre pasamos unos días en la isla de La Gomera, lugar por el que siento cierta devoción. Paisajes increíbles que discurren con la parsimonia de sus paisanos, vida tranquila de un mundo tranquilo. Y no podíamos dejar pasar la ocasión y compartir un rato con Elena y Guido, mis tíos. Ellos, aún con la lejanía isleña que nos separa, siempre despertaron en mí un sentimiento familiar por el cariño que siempre me dieron.

Mis tíos tienen una galería de arte ubicada en San Sebastián: Galería Luna. Un enclave privilegiado donde muestran a locales y visitantes los trabajos de varios artistas, entre otros los de Guido. En esta visita conocerían a mis pequeños ligrones y ellos a mis tíos y el encuentro no pudo ser más cercano.

Aparcamos la Ligroneta en el barranco y nos dirigimos hacia la loma de una montaña salpicada de varias casitas conectadas por túneles laberínticos de vegetación de toda índole. Era mediodía e íbamos a almorzar juntos. Los niños automáticamente se dejaron llevar por el cariño, atenciones y cercanía de Elena, siempre tan madre de todos.

Guido es una persona muy risueña y reservada, que prefiere escuchar antes de hablar. Austriaco de nacimiento y gomero de corazón, le invadió la sensibilidad artística desde muy temprana edad y desde siempre en mi familia tuvimos numerosos cuadros suyos que yo escudriñaba con atención.

Al día siguiente, (nos quedamos a dormir) después del desayuno, sentí el impulso de preguntarle a mi tío por sus historias, que durante años oí una y otra vez con la voz de mi padre, uno de sus grandes admiradores. Pero en esta ocasión quise saber más, mucho más y le pregunté si no le incomodaría que le hiciese algunas preguntas sobre su vida y obra. La respuesta fue positiva y tras un receso para estar con los ligrones me dirigí hacia el taller.

De camino me entretuve observando los pequeños y salpicados detalles de este hogar, allí donde pongas la vista hallas un pedazo de arte, que con amor y años ha conseguido hacer de sus casas un lugar de ensueño que despierta los sentidos y la tranquilidad.

Al ver una plataforma colgada de una cable metálico y poleas me vino a la memoria un especial recuerdo. Me ví junto con mi hermana pequeña los dos subidos a la plataforma, bajando sobre ella hasta el barranco, donde nos esperaban mis padres. Estos artilugios se usan desde hace años para salvar la escarpada orografía de los barrancos de esta isla, siendo típicos en los caseríos y poblados ubicados en las laderas de los barrancos.

El reloj daba las 11 cuando le encontré en su escritorio observando la pantalla del ordenador; durante un rato comentamos cosas sobre la entrega de unos grabados que había realizado el día anterior a unos regatistas en el puerto.

Guido tiene una técnica muy personal de grabado. A diferencia de la técnica tradicional usa una única plancha de hierro impregnada de asfalto en la que graba el dibujo. A la vez realiza varias inmersiones en ácido nítrico con lo que consigue profundizar en el hierro más aún. Cuando la plancha está terminada se entinta a mano y se imprime en una lámina húmeda haciéndola pasar por un tórculo.

Confieso que estaba algo nervioso por hacer un poco de periodista y a la vez sentía la ansiosa necesidad de conocer más sobre esa parte de mi familia, pero aun así me lancé con las preguntas que resultaron así:

………………………………………………..

-Guido, ¿qué te trajo a La Gomera?

– Vine por una cuestión familiar, mi padre estaba construyendo una casa en Tenerife y me pidió que acudiese a comprobar que tal iban las obras. Era diciembre de 1971 y un día surgió una visita a La Gomera que aproveche para conocer la isla, Tenerife no me gustaba. Tan solo fue por un día y aunque el viaje en barco fue largo y agotador desde el puerto de Santa Cruz, al desembarcar me eché a caminar por el barranco que parte desde San Sebastián. Quedé impresionado con la belleza de aquel sitio y me enamoré.

Al volver a Viena, al terminar el semestre en la universidad (estudiaba medicina) teníamos un mes de vacaciones y en ese momento ya tenía todo preparado para volver. Había vendido todas mis cosas y estaba decidido a dejarlo todo y volver a La Gomera. Era febrero de 1972.

Hace poco encontré una vieja libreta donde tenía anotado los cálculos del gasto máximo diario que podía permitirme con mis ahorros, eran 14 pesetas (0.08€) y me daba para 6 meses.

– Al llegar a La Gomera ¿dónde comenzaste a vivir?– Un poco más arriba de donde estamos ahora encontré una pequeña casa en ruinas, pero con techo, que me alquilaron por 200 pesetas al mes (1.20€).

– ¿Allí comenzaste a pintar?

-Sí, con un pequeño tórculo y mezclando las pocas témperas que había traído conmigo, comencé a grabar usando diferentes técnicas. Antes de mi primer año en esa casa, hice mi primera exposición en el hotel San Felipe en el Puerto de la Cruz, Tenerife. Fue a través de un contacto de mi padre que conocía a la directora del hotel y resultó ser un éxito.

– ¿Cuándo y cómo le dijiste a tus padres que te quedabas en La Gomera?

– Mis padres creían que estaba de vacaciones, pero al no volver supongo que pensaron que no iba a hacerlo. – risas – Les escribí una carta un año después contándoles que me quedaba, pero no en Tenerife sino en La Gomera. -más risas – Mi padre no se lo tomó muy bien, sobretodo porque abandonaba la carrera de medicina y él era médico. Mi madre tampoco se lo tomó bien, pero lo entendió.

– ¿Cómo discurrían tus días en aquella casa?

– Grababa, incluso de noche. En aquel entonces en este barranco no había ni luz ni agua corriente, trabajaba con velas y una lámpara de aceite. Con el tiempo pude comprar una lámpara de carburo; iluminaba mucho, demasiado quizás. Se usaban para iluminar las calles por la noche. El carburo lo compraba en un bar en San Sebastián, éste surtía a una galería de agua cercana que estaban excavando.

– ¿Hablabas algo de español? ¿Cómo lo aprendiste?

– Muy poco: hola, adiós y gracias.- risas – Los hombres vecinos de la zona venían a buscarme a casa por la noche para llevarme al bar. Allí comencé a aprender. Hablábamos de cosas de agricultura, allí todos eran agricultores. También aprendí el español escuchando la radio. Tenía un pequeño diccionario que tiré porque nadie por allí sabía leer, cuando les señalaba en él las palabras que no sabía decir – muchas risas – Tan solo el de la venta sabía escribir y leer un poco. Y el profesor de una escuela cercana que sí sabía leer y escribir muy bien.

– ¿Cómo fue que te mudaste a vivir aquí, donde vives actualmente?

Con lo que gané en la primera exposición compré una ruina por 12000 pesetas. La Casita donde os estáis quedando. Pero no fue fácil. Siendo extranjero no podía comprar en terreno rústico, solo urbano y solo con un permiso de Franco.

Yo había hecho amistad con el alcalde de San Sebastián y fui a hablar con él. Me propuso recalificar el terreno a urbano pagando una suma de 10000 pesetas. Yo le dije que no podía pagar 22000 pesetas por una ruina y me propuso otra cosa. Píntanos un cuadro para el ayuntamiento y tienes el permiso. Eso sí podía hacerlo así que me fui a pintar.

El proceso tardo un año y pico porque primero se buscó a los dueños que resulta que habían muerto con lo que luego se buscó a los herederos. Eran 25. Unos vivían en Tenerife, otros en Venezuela, otros en La Gomera. Luego había que reunirlos a todos un día para firmar con el notario, pero en La Gomera no había notario. Venía el de la isla de El Hierro solo un viernes al mes y solo si hacía buen tiempo para navegar.

Tuve que buscar a 25 testigos que confirmaran que cada uno de los herederos era quien decía ser al firmar, bueno, al firmar no porque no sabían escribir, ponían su huella en el papel. Y lo mismo para el resto de casas, aunque no todas fueron tan complicadas como la primera.

– ¿Esta zona estaba en ruinas?

– Sí, mucha gente había emigrado a Venezuela y Cuba dejando deshabitada esta zona.

– ¿Había en aquel entonces por esta zona más artistas extranjeros?

– No, en realidad llegaron años después y con el movimiento hippie, sobre todo norteamericanos a Valle Gran Rey.

– ¿Cuándo y cómo conociste a Elena?

– Después de diez años en La Gomera. Ella trabajaba en la sala de arte en el Circulo de la Amistad en Santa Cruz de Tenerife y en una exposición que hice allí le conocí. Después de un tiempo se vino a La Gomera.

– ¿Cuándo decidisteis abrir la galería?

– En un momento dado, los miércoles por la tarde, comencé con lo que llamé el “estudio abierto”. Hice unas tarjetas con mis señas y un pequeño plano de como llegar a mi casa y las llevé a los hoteles para darme visibilidad. Pero la gente no solo venía los miércoles ¡sino todos los días a cualquier hora! y no podía trabajar. Decidimos alquilar un pequeño local en San Sebastián y así yo poder trabajar en casa. Aun así, seguían viniendo, pero no tanto. Esto fue en 1981.

Al tiempo, en los ´90, compramos la galería actual. Lo hicimos a un italiano que había reformado todo el edificio.

– ¿Dónde has expuesto además de en Tenerife?

– En la Feria de Grabado de Madrid Estampa durante siete años, nos fue muy bien aquella época. Y en Alemania siempre he tenido buena aceptación.

– ¿Volviste a Austria después de llegar a La Gomera?

– Sí, a visitar a mi madre, pero al morir no he vuelto más. Quizás vuelva de vacaciones algún día.

– ¿Cuál fue el objetivo de la Fundación Guido Kolitscher?

– La idea principal fue crear unos talleres donde aprender la técnica de grabado y dibujo. Durante dos años fue muy bien, tuvimos hasta mil alumnos. Luego comenzó la crisis y las ayudas cesaron. Las reparaciones del centro de visitantes de San Sebastián, donde estaban los talleres, dejaron de realizarse. Incluso hubo una fuga de agua y al no encontrarla cerraron el suministro dejando el edificio sin agua. Se perdió mucho material en la inundación y el edificio no tenía seguro. Actualmente la fundación está cerrada e inactiva. Sin embargo, el taller de papel sigue funcionando aquí en casa. Tenemos encargos de 75-100 pequeños grabados a menudo y los realizamos en papel que hacemos en el taller. Hace poco hicimos un encargo para las personas que se jubilaban del hospital viejo, consistía en una carpeta de papel artesanal y un grabado del antiguo hospital. También nos encargan trabajos para congresos, jornadas, empresas, organismos oficiales, hoteles, bodas y demás. Las carpetas tienen mucho éxito. Es una marca registrada llamada Gomera Paper.

– ¿Tienes o has tenido aprendices y ayudantes?

– Sí, hace años tuve a un chico joven que aprendió la técnica y que a día de hoy tiene su propio estilo y galería. Desde hace 25 años Antonio es mi ayudante. Aprendió la técnica con la pintura y es quien actualmente entinta las planchas.

– ¿Es tu técnica de grabado una técnica propia?

– Sí, aprendí la técnica de grabado clásico durante años leyendo muchos libros en la biblioteca nacional de Viena. Iba todas las tardes después de clase durante el instituto y la universidad. Pasé horas leyendo y aprendiendo de las diferentes técnicas de grabado. Al llegar a La Gomera creé mi técnica.

– ¿Cómo nació en ti la pasión por el arte?

– En el instituto tuve un profesor de dibujo muy bueno que nos enseñó la técnica y despertó en mí el interés por el arte.

– ¿Por qué usas planchas de hierro y no de cobre?

– Cuando llegué a La Gomera no se conseguía cobre, tan solo en Tenerife se conseguía algo, pero era muy caro y había poco. Tuve que buscar otro material y opté por el hierro. Se conseguía de manera fácil y era barato.

Al principio probé a grabar sobre las planchas, pero al ser un material más duro los dibujos quedaban más abstractos, así que comencé a experimentar.

Un punto delicado del hierro en comparación con el cobre es que se oxida muy rápido y tuve que buscar cómo evitarlo. La solución fue aplicar una fina capa de asfalto líquido a toda la plancha y así evitar la oxidación durante el grabado. Luego incorporé el ácido nítrico y funcionó muy bien, me gustó mucho el resultado.

Además, con una única plancha hago todo el grabado a diferencia del cobre donde se usan varias planchas para un mismo grabado según la cantidad de colores, haciendo muy laboriosa y complicada la técnica. Sentía que se perdía la esencia del grabado y del arte ya que se volvía muy técnica y te obligaba a ser muy preciso.

Como uso pinturas especiales para grabado a base de aceite de linaza de secado lento, podía permitirme el característico difuminado de mis grabados. El acabado se parece más a los dibujos al óleo.

– ¿Por qué 35 unidades por tirada?

– No lo sé – risas-  Lo que realmente me gusta es hacer las planchas y no tiradas de muchas unidades. Al grabar más planchas hay más variedad y una tirada más corta. Hay artistas que prefieren hacer 4 planchas y tiradas muy grandes como 5000 unidades, pero a mi no me gusta. Al terminar la última unidad de una plancha se inutiliza.

– ¿Qué consigues es el proceso del ácido nítrico?

El ácido no ataca el asfalto que imprimo en las planchas solo lo grabado. Cuando quiero que un color quede más presente en un punto determinado dejo que el ácido ataque más el hierro. Es un proceso muy controlado que consta de hasta doce pasos con diferentes temporizaciones según la plancha.

– ¿Y estos lienzos que tenemos aquí? ¿pintas además de grabar?

– Un día decidimos limpiar este taller que estaba de almacén. Me di cuenta que aquí tenía mejor luz natural para trabajar. Al ir moviendo cosas aparecieron los lienzos y estaban sorprendentemente en buen estado. Así que he vuelto a pintar en acrílico y me ha gustado. Tuve que volver a comprar pinturas porque las que tenía estaban secas – risas – Un ejemplo reciente es un tríptico que realicé para el puerto de San Sebastián de una ola.

Al mirar el reloj le dije: – ¿sabes que es la 13h?- y Guido no pudo más que sorprenderse y decirme – ¡no me digas! Vamos al taller de entintado y luego a poner la mesa.

En el taller de entintado y tratamiento de ácido me sorprendí con el tórculo y pregunté:

– ¿Cómo conseguiste el tórculo?

– Hablé con un herrero en San Sebastián y lo fabricamos entre los dos reutilizando todas las piezas que ves, salvo los rodillos, esos los mandé a pedir ya que tenían que ser muy precisos.

– ¿Cómo consigues tal variedad de colores en tus grabados?

– Desde hace muchos años tengo el mismo proveedor de pintura hasta hace muy poco, la fábrica ha cerrado y ahora estoy con un nuevo proveedor. Desde el principio comencé a crear mis propios colores mezclándolos, tengo como 400. Ahora tendré que volver a empezar ya que los de la nueva fábrica no son exactamente iguales, pero aún tengo reservas de mis mezclas para un tiempo.

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De camino a la cocina sentí como una sonrisa se plantaba en mi cara para no abandonarme el resto del día, estaba encantado de haber realizado aquel camino que deseaba desde hacía años.

Pasadas las horas, tras consultar mis notas y reflexionar sobre el día, no pude más que quedar impresionado al comprender lo laborioso de la técnica y como Guido ha conseguido mejorarla con los años.

También sentí un palpito al escuchar su historia en la primera pregunta pues, en definitiva siguió a su corazón para vivir su vida frente a la razón que imponía la familia y la sociedad. Me sentí identificado hasta cierto punto por lo que significa Ligrones en Ruta.

Si tienes más curiosidad por conocer su técnica, sin duda te gustará visitar su página donde podrás escucharle y ver sus talleres, así como más vídeos sobre su trabajo.

Galería de Arte Luna

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